CUARTO DE PLANA
HÉCTOR RAMOS
Dicen que al César lo que es del César y sin llevar molino a ninguna parte, recuerdo los debates con los amigos y la familia, cuando en el entonces Distrito Federal, con Marcelo Ebrard como jefe de gobierno, se impulsó con su consentimiento iniciativas de ley que llevaron a la despenalización del aborto y luego a la convivencia sexual igualitaria y matrimonios entre parejas del mismo sexo.
Sin duda temas que tenían que ver con las libertades y los derechos humanos y que por cuestiones de fe o de conservadurismo social, algunos rehuíamos, me incluyo, cuando en algunas ocasiones, se nos hacía de mal gusto que dos jóvenes universitarios se abrazarán y se besarán por la calle al paso de una gran mayoría de transeúntes, que ponía los pelos de punta a más de uno, pero que se empezaba a entender porque también era su derecho.
Se sabía que no se podría hacer nada porque el tema de la libertad sexual y la unión libre había tomado mayor fuerza con la llegada de los gobiernos de izquierda a la ciudad de México, porque ya había el antecedente de la despenalización del aborto en el Distrito Federal aprobado, el 26 de abril de 2007, con la mayoría del voto (36) del PRD y el PAN en contra (18), con el que se lograron reformas al Código Penal y adiciones a la Ley de Salud, reconociendo el derecho de las mujeres a interrumpir legalmente su embarazo durante las primeras doce semanas de gestación.
Luego, el 21 de diciembre de 2009 la Asamblea Legislativa reformó el artículo 146 del Código Civil del Distrito Federal, estableciendo que el matrimonio será la “unión libre entre dos personas”, eliminando el precepto anterior que establecía que éste era entre “un hombre y una mujer”, es decir, la unión entre personas del mismo sexo plenamente reconocido como un derecho humano.
Esto permitió que poco a poco fueran saliendo del closet hombres y mujeres que se sintieron con la libertad de expresar libremente su preferencia como en esos años ya se venía haciendo en otros países de primer mundo.
Comprender a esta comunidad y la importancia de por qué eso de los matrimonios entre dos personas del mismo sexo tuvo una explicación fundamental. No era solo por cuestión de libertad de género sino por un asunto de respeto a los derechos humanos de quienes tienen preferencia por una persona de su mismo sexo y que desean llevar una vida en pareja que sea reconocida por la sociedad en su conjunto como se le reconoce a una pareja heterosexual.
Es decir, en un matrimonio heterosexual, después de unos años, independientemente del régimen de sociedad conyugal, se van creando derechos y existe la posibilidad de que se administren de forma especial los bienes de los cónyuges. Pero siempre se deberá determinar quién de los esposos administrará la sociedad conyugal.
En las parejas homosexuales, esto no existía, si había una separación o peor aún, fallecía alguna o alguno de ellos o ellas, llegaba la familia y sacaba a la pareja del inmueble o le quitaba las pertenencias del otro, incluyendo muchas veces autos y enceres domésticos sin que la ley los protegiera, porque simplemente no los reconocía como pareja, menos como matrimonio.
Fueron debates que hoy han cambiado el estatus de una ciudad conservadora a una ciudad de libertades en donde es común, hablando de una diversidad sexual, ver parejas animadas a salir a la calle sin mayor pudor o vergüenza y entendido por los heterosexuales; poco a poco ha habido un empoderamiento de esta comunidad que aun así, sigue enfrentando discriminación y violencia.
Según la Encuesta Nacional sobre la Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) de 2021, dice que en México 5 millones de personas (5.1 % de la población) se autoidentificaron con una orientación sexual y de género, ya sea lésbicas, gay, transexual, transgénero y alguna otra definición.
Esta comunidad es la que se estará manifestando este sábado en las principales avenidas de la ciudad de México y en la de otras ciudades del país con motivo del orgullo homosexual. Sin duda un logro de la izquierda de su llegada al gobierno.
