
Héctor Ramos
Cuarto de Plana
El hombre es político por naturaleza decía Aristóteles, dicho que erróneamente se
lo atribuía a Marx, porque es la especie que se organiza “políticamente” en
búsqueda del bien común que es la felicidad y felicidad es acceder a una vida
mejor en todos los sentidos.
Prácticamente todo ser humano tiene como ese objetivo, estar bien consigo
mismo, con los suyos y con todo lo que le rodea, independientemente de las
circunstancias en las que vive, la meta es ser feliz y es ese ideal es el que los
mantiene vivos, con una actitud joven que le permite seguir soñando y en
búsqueda permanente de llegar a esa meta.
Políticamente en una sociedad organizada, lo ideal es bajo el régimen
democrático, es que la raza humana puede aspirar a una vida mejor donde el
ciudadano dentro del juego de partidos políticos, sea escuchado y atendidas sus
principales demandas y necesidades: trabajo, salud y educación, que le permitan
estar tranquilo y feliz, algo que de alguna manera han encontrado con el nuevo
régimen que se eligió en 2018.
En ese juego partidista, se encuentran los “moralmente derrotados” como diría
YSQ, quienes ante una permanente mayoría ciudadana que respalda las políticas
gubernamentales, se la pasan vendiendo sus “mejores” ideas y añejas propuestas
que terminan siempre por caer en una demagogia por el ese regateo de conseguir
simpatías y votos, bajo los mismos argumentos, pero con los políticos que antes
saqueaban las arcas gubernamentales que ahora se presentan como
inmaculados, que los hace cínicos y sinvergüenzas.
Un ejemplo es la próxima concentración del 26 de febrero en el Zócalo, que,
según los organizadores, la intención es dar continuidad a la marcha del 13 de
noviembre del año pasado, en donde se movilizaron del Ángel de la
Independencia al Monumento a la Revolución, con la cantaleta de que “el INE no
se toca” y ahora “mi voto no se toca” a la que llaman los mismos de siempre.
Es un movimiento demagógico que es más un intento por jalar los reflectores de
los medios para demostrar organización política ciudadana con el afán de
contrarrestar la fuerza que mantiene arriba en las preferencias electorales Morena
en el Estado de México, Coahuila en menor grado y en las presidenciales del 2024
con cualquiera que sea la o el candidato.
La oposición, decíamos, ha tomado como bandera de ataque, la reforma enviada
por el ejecutivo al Congreso de la Unión, para modificar la estructura del INE, que
no su desaparición, por cierto, que no se logró, pero ahora argumentan que el
Plan B del presidente, Andrés Manuel López Obrador, vulnera la “independencia y
capacidades del órgano electoral y pone en riesgo la democracia en el país”.
Esa no es la Litis como dirían los abogados, en realidad no dicen que lo que está
en juego realmente es bajar los altos salarios de los funcionaros del INE que son
alrededor de 400 que ganan más que el presidente violando el artículo 127,
fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que dice
que ningún servidor público podrá recibir remuneración por el desempeño de su
función, mayor a la establecida para el presidente de la República.
Los consejeros del INE de inmediato presentaron un recurso ante Corte pidiendo
que no se aplique el presupuesto federal en lo que toca a los sueldos de ese
organismo autónomo y la Corte admite y le dan la suspensión, no se aplica el
presupuesto en materia de sueldos para el Instituto Nacional Electoral. Pero esa
lucha va más allá de lo que se argumenta, usan de manera cómplice y con
conocimiento de causa a los partidos de oposición y “80 organizaciones
ciudadanas” en su defensa, que son los convocantes del domingo próximo para
presionar a la Corte y echen abajo la Reforma B que aprobó en su momento la
Cámara de Diputados pero que en el Senado aún se mantiene sin fechas
específicas, incluso se prevé que eso ocurra en breve y que, tras su aprobación
por mayoría simple (de Morena y sus aliados) se turne al pleno legislativo.
Pero el asunto de fondo, es en realidad en contra del proyecto de nación con el
que a diario lidian los privilegiados de siempre que no acaban de entender que ya
no es lo mismo, que hay otro modo de gobernar en el país en donde no entran el
saqueo ni es admitida la corrupción. Esta lucha es de unos cuantos, no por el bien
común.