
Por José Sobrevilla
La industria cinematográfica mexicana ha vivido varios momentos: buenos, muy buenos, malos y peores; pero hoy, a tres años de un nuevo gobierno y la modernidad tecnológica, ¿En qué estado se encuentra? ¿Cómo lo perciben las personas que la han vivido desde cerca? ¿Qué esperan de la Cuarta Transformación? Ante ello, entrevistamos a Víctor Ugalde, Guionista, Director, e Investigador cinematográfico, quien paradójicamente es autor (entre más de 21 guiones), de la “Intriga contra México/ ¿Nos traicionará el presidente?” (1987/35mm.), que en su momento se denominó al Ariel en la categoría de Adaptación Cinematográfica. También platicamos con Ricardo Carrillo, quién desde una compañía aseguradora especializada en el ramo cinematográfico, ha vivido los distintos momentos que ha tenido el cine mexicano.
– ¿Cómo le está yendo al cine mexicano en estos primeros tres años gobierno?
Víctor Ugalde: “En términos generales mal. Los cambios propuestos por el presidente y secundados por María Novaro, no confluyen en el desarrollo de la industria cinematográfica; más bien tienden a una forma de seleccionar y hacer cine que es reflejo directo del autoritarismo presupuestal. Para darnos una idea, el presupuesto para el cine ha sufrido variaciones hacia abajo desde el 2013, “por eso votamos por la Cuarta Transformación”, sin embargo, el 2019 se vino todavía más para abajo (231.2 millones de presupuesto).
En 2020 logró un pequeño incremento de 6 millones de pesos y, para 2021, con la pandemia, el desplome de recursos, etc. hubo una caída a 191 millones y medio. En 2018 estábamos en 274 millones en el presupuesto al Instituto Mexicano de Cinematografía, Imcine, y en el 2012, el último año generoso, porque al cine le conviene el equilibrio democrático, el presupuesto fue de 408 millones.
“Pero donde nos ha ido peor, es en materia de políticas públicas cinematográficas. IMCINE no ha entendido que no se trata de apoyar únicamente películas que les gusten a funcionarios del Instituto, sino de impulsar las que busquen la pluralidad de la nación. Por ejemplo “Arráncame la vida” sólo pudo existir con Fondo de Inversión y Estímulos al Cine, Fidecine, que tuvo un costo de 50 o 60 millones de pesos, de los cuales este Fondo puso siete, sin embargo –hasta donde yo sé– no le regresó nada al Fidecine. Ahora la comunidad cinematográfica no participa en las políticas públicas para la selección de qué películas se deban de filmar”.
Ricardo Carrillo: Somos un medio cerrado, no tan grande, y cualquier cantidad que se le quite a la producción de películas nos impacta a nosotros, las aseguradoras. De por sí los productores siempre están buscando cómo hacer siempre cine de calidad con pocos recursos, lo que nos pega a todos: los productores, y quienes trabajamos con esta industria.
– ¿En qué consistió el Observatorio Público Cinematográfico, del que fuiste titular?
Víctor Ugalde: No solo teníamos que buscar políticas públicas para la realización de proyectos, lo tuvimos que inventar para tener certidumbre en los datos. Ejemplo, en el gobierno de Peña Nieto se decía que íbamos bien, pero en los hechos los cineastas no teníamos trabajo, había falta de inversión y, antes de la creación del observatorio, tuvimos que hacer una investigación con todos los integrantes del sector social, yo estaba al frente de la sección de directores; y hoy, al paso del tiempo por la crisis en los sindicatos, y sociedades de autor, se ha transformado el Observatorio siendo un grupo de seis o siete profesionales de la investigación, todos aportamos pero ninguno cobra. En 1992 Carlos Salinas impulsó políticas que destruían a la industria cinematográfica, pero en 1999 logramos reformar varios de los artículos, menos el tiempo de pantalla y, actualmente nos llega una nueva propuesta de ley (Ley de Cinematografía), con López Obrador e Imcine, misma que es necesaria porque parte de la digitalización hecha de 2008 a 2013, año este último en que se da totalmente la visualización digital y el crecimiento de Netflix.
Es cuando se da el cambio de las políticas de distribución y exhibición de las trasnacionales. Antes, en el sistema analógico, sacar una copia más de una película era muy caro y se tenían que hacer cálculos para recuperar mil dólares, porque se tenía que facturar equis número de espectadores –al enviarse a una sala cinematográfica– hoy, mandar un DCP, Digital Cinema Package, o vía satélite, cuesta 65 dólares teletransportar de Naucalpan, porque es ahí donde se suben las películas a la nube y las bajan cuatro o cinco horas después en los servidores de algún monopolio. Para este servicio solo hay una empresa que lo ofrece.
Comenta Ugalde, autor de más de 21 guiones de largometraje, que este sistema esta eliminando el sistema de exhibición del cine nacional (lo que se niega a ver Comisión Federal de Competencia Económica), y que al cine del país le fue mal con la firma del T-MEC, ya que, si la ley con el TLC decía que se puede utilizar hasta el 30% de tiempo de pantalla para dar a conocer nuestro cine, hoy con el nuevo tratado se reduce al 10 por ciento. Para tener una idea, de unas 1500 películas mexicanas, únicamente 300 han podido ser bien estrenadas, lo que condena a la pobreza económica a los productores del cine mexicano.
– ¿Cómo le ha pegado el Streaming al mercado cinematográfico?
Ricardo Carrillo: Realmente no hay tantas ventanas para el cine mexicano; lo notamos en los festivales –y Víctor no me dejará mentir– si no ves algo en un festival, un documental o película, por ejemplo, nunca tendrás la oportunidad de verla en el cine. Hoy, el Streaming, ha permitido ver algunas producciones; sí veo que hay cine mexicano, no todo el que quisiéramos, pero se ha facilitado. Por ejemplo, la plataforma Filminlatino donde puedes ver cine del país. Creo que en tiempos de pandemia nos ha permitido a muchos estar entretenidos; igual te metes a la Filmoteca y ves algunas producciones antiguas y, dentro del mismo Netflix y otras plataformas, existe cine mexicano, aunque es de paga y poco.
Víctor Ugalde: La exhibición en salas cinematográficas es una industria muerta, porque en los ochentas teníamos 420-450 millones de espectadores al año; hoy, en la nueva realidad, en las salas de cine, hasta el 2019, 320-330 millones; menos espectadores con más población; y el abanico de cine mexicano en Netflix es muy chiquito y eso que fuera de Estados Unidos, somos su segundo consumidor. Ahorita se está impulsando una ley para que se aumente al 30% el algoritmo de programación de nuestro cine. Afortunadamente las plataformas se están peleando por el cine mexicano: Amazon, Netflix, Walt Disney, Paramount.
Hoy día, si me dices “quiero hacer una película comercial, que recupere sus gastos”, no lo pensaría mucho y te diría “vámonos a las plataformas digitales”. Hay un boom de películas que no necesitan apoyo del gobierno como las “chick flicks” (género cinematográfico relacionado principalmente con el amor y el romance, comedia, terror y aventura, diseñado para atraer audiencias específicas); las que necesitan apoyos gubernamentales son las que tienen algo de novedoso, pero no son de alto impacto.
Para eso es necesaria Filminlatino, sin embargo, tiene un problema de percepción; primero, es dependiente de España “le pagamos una lana a ese país para que mantenga la plataforma en nuestro país”, y nos preguntamos, México ¿No puede desarrollar una plataforma? Partiendo de que tenemos espacio en un satélite de la UTE, Unidad de Televisión Educativa. Los números que ofrece Filminlatino, subieron mucho en la pandemia, pero aun así son insignificantes porque no tienen un buen criterio de selección. Es –perdón– la única posibilidad de que se visualicen los filmes que apoya el Imcine.
Ricardo Carrillo: En todos los niveles es lo mismo. Igual llegan las plataformas aquí y en el tema Seguros, es exactamente lo mismo. Ellos traen sus convenios a nivel internacional con primas estandarizadas que no tienen nada qué ver con el mercado mexicano y que finalmente acaban aplicando nuestras coberturas, pero a costos de ellos. La queja no es nada más México, es mundial, de que no tienen ventanas suficientes para su propio cine.
En la medida en que los apoyos disminuyan, habrá menor producción de películas mexicanas. Antes de 2005, la producción anual se contaba con los dedos de la mano. Con el surgimiento y aplicación de los estímulos, la producción creció significativamente, para 2018 se estrenaron 115 películas de 186 producidas, de las cuales el 53% había contado con algún estímulo. Para 2019 se estrenan 101 de 216 producidas y el 49% contaron con un estímulo fiscal.
Si consideramos –continúa Ricardo Carrillo– que el principal estímulo fiscal, que es el Eficine solamente ha crecido un 30% desde su creación en 2005, al pasar de 500 a 650 millones de pesos, y que el tope por proyecto sigue siendo el mismo, es decir 20 millones de pesos, significa que las casas productoras tienen que ajustarse el cinturón cada vez más.
Si la tendencia continúa a la baja, el gremio cinematográfico puede subsistir por la producción de las majors (número reducido de estudios cinematográficos) como Netflix, HBO, Amazon, etc. que se realizan en nuestro país. Pero no es cine mexicano, es simplemente la conservación de fuentes de trabajo. Pasamos de preocuparnos por la cantidad de producciones que se realizaban al año, a la problemática de no lograr una adecuada distribución que se traduce en oportunidades de que el público las vea.
Sin haber logrado darle tiempo de pantalla a nuestras producciones se cruza la pandemia, que tiene un brutal impacto para las salas de exhibición y adicionalmente se da la disminución de presupuesto. El tiempo dirá.
– ¿Qué efecto tiene la producción en México de proyectos con recursos de las majors?
Ricardo Carrillo: Cuando se contratan los servicios de producción en México, a menudo la mayoría de los proveedores de equipos y el personal que interviene en el proceso de producción es mexicano y en consecuencia todos los seguros deberían ser adquiridos en el país, pero no sucede así, algunas de las majors traen programas mundiales de seguros, que en el mejor de los casos contratan por medio de brókers establecidos en México, pero conforme a primas que no corresponden con el riesgo país. O bien, solamente contratan aquí las coberturas que van ligadas a las leyes nacionales, como es el caso de la Responsabilidad Civil por daños a terceros en sus bienes y personas, en donde aplica nuestro Código Civil y la cobertura para accidentes de trabajo, que va ligada necesariamente a la Ley Federal del Trabajo.